¿Qué hacer o no hacer?


Esa es la pregunta que cada mañana al abrir los ojos, retumba en mi cabeza y a la vez estremece mi cuerpo, la misma pregunta que cuando creo haberle dado una respuesta, sencillamente aparecen las dudas, sin saber entonces, si la respuesta ofrecida a mi interrogante es la decisión correcta a tomar, o es un camino de penumbras e incierto y siento temor de equivocarme y perder nuevamente.
¿Qué hago, le doy el valor y la decisión a mis sentimientos?, no lo creo, pues son mis sentimientos tan confusos que al momento de emprender la marcha, un obstáculo de la nada se atraviesa en mi camino, diciéndome, piénsalo bien, esto podría cambiar el rumbo de tu destino y no sabrás que te deparara, y así como aparece ese obstáculo aparece otro, el cual me dice nunca sabrás si ese era el sendero a recorrer si no lo descubres por ti solo.
Me siento tan indeciso, que me vuelvo a preguntar, ¿lo hago o no lo hago? ¿Qué camino escojo?, mi pecho se siente acorralado por la duda, un pesar incontrolable me devora en la angustia y tengo miedo que al escoger un camino se me bloque el paso y cuando quiera regresar al otro la llave se me ha extraviado y no me dejen entrar. Me digo a mí mismo, si no te encuentras conforme en el camino que escogiste intenta otro, en ese momento balanceo las posibilidades que existen.
Pienso, navego en un mar que conozco, donde las aguas son mansas en la mayoría del tiempo, sin embargo, en instantes cambia y se vuelven agresivas y donde ni el mejor capitán del mundo desearía estar, pero en lo profundo de ese mar se encuentra el tesoro más preciado en mi vida, el cual no tiene valor, no porque no valga nada, sino que no lo cambiaría por nada en el universo.
En el otro lado de la balanza, se encuentra aquel mar, que desde el primer momento que lo descubrí, observe en él sus preciosas y cristalinas aguas, un paraíso en todo el sentido de la palabra, en el no he naufragado lo suficiente, pero sólo al sentir esa tranquilidad que irradia, me hace sentir bien, como nunca me había sentido antes, lo único que alguien más está entrando a navegarlo, a descubrirlo, con mayor paciencia y tiempo que yo, y no sé si el mar al ver dos navegantes, arroje su furia contra aquel que no conozca tanto, en ese caso sería yo.
Me vuelven a azotar las preguntas, ¿Qué hago?, sé que aquel tesoro de ese mar donde sus aguas se convierten en una furia de la naturaleza, siempre me pertenecerá por el resto de mi vida, entonces si es así, ¿intento conquistar aquel mar donde todo es paz y dejo aquel mar donde al pasar el tiempo se ha transformado para mí, en innavegable?, ¿Me arriesgo a que, ese mar incontrolable encuentre otro marinero que le dé el valor que, tal vez yo no le di?, ¿Seria capas de caer en guerra para luchar por aquel mar soñado, si este mar me lo permite, para su conquista?
No sé qué hacer, y después de todo me encuentro en el principio, con la misma pregunta dándome vueltas y vueltas por la cabeza.

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